lunes, 8 de febrero de 2016

1973 (XXI)



Si el otro día hablábamos del reggae como nuevo argumento comercial para estos tiempos de incertidumbre, y por extensión de Chris Blackwell con su sello Island, hoy toca presentar a otra de las grandes alternativas para el futuro: se trata de Richard Branson, creador del imperio Virgin, y su primer fichaje, Mike Oldfield, que asentó al nuevo sello con unos resultados mercantiles asombrosos. La diferencia fundamental entre Blackwell y Branson es el tipo de visión que cada uno tiene sobre el negocio: el primero, un gran aficionado a varios estilos musicales, decide confiar su futuro económico a esa afición, mientras que el otro es básicamente un empresario que hoy tiene una discográfica y mañana podría tener una compañía aérea, pongamos por caso. Su estilo es desapasionado, muy sajón, muy de estos tiempos: da igual lo que vendas, si consigues venderlo. 

Branson, nacido en 1950, comenzó como editor de una revista juvenil (no musical) cuando aún era adolescente. Junto a su colega y socio Nick Powell consiguió casi desde el principio que los ingresos por publicidad la hiciesen rentable, a pesar de que distribuyó gratuitamente las primeras tiradas. En 1969, buscando una mayor cobertura monetaria para la publicación, se dio cuenta de que buena parte de la juventud tenía a la música como una de sus grandes aficiones (“Resulta que muchos pueden pasar un día sin comer, pero no sin el último disco de algún grupo de moda”, dijo), así que decidió crear un servicio de venta de discos por correo al que llamó Virgin; dos años después, los beneficios le permitieron abrir la primera tienda en pleno centro de Londres. Aunque durante un tiempo utilizó algunas marrullerías comerciales que enfadaron bastante a la Hacienda de Su Majestad, los beneficios siguieron creciendo, ya había abandonado el mundo de las revistas y en 1972 -con más de diez tiendas abiertas- consiguió montar un estudio de grabación (los Manor Studios, en Oxfordshire), con lo cual su siguiente paso estaba claro: crear un nuevo sello discográfico. Branson había llegado hasta este punto sin ser aficionado a la música, y de hecho sus conocimientos musicales eran mínimos: simplemente, vio la posibilidad de hacer negocio y se lanzó a ello. En cualquier caso, hay que reconocer que su profesionalidad consiguió que el espíritu de las tiendas Virgin fuese realmente hogareño: te atendían aficionados que sabían lo que estaban vendiendo, a los que gustaba la misma música que a ti, y no los “postes humanos” con los que te encontrabas en otras tiendas. 

Y aquí es cuando entra Mike Oldfield en la historia. Recordarán ustedes que formaba parte de The Whole World, aquella banda intermitente que utilizó Kevin Ayers durante una época y que finalmente disuelve tras algunas pequeñas giras a finales del 71. La relación entre estos dos personajes es agridulce: por una parte Kevin se queja de que Mike solía ir a su bola en los directos y metía líneas de cuerda que no estaban en el programa (luego supo el porqué); pero trató de ayudarlo mientras no encontraba otro trabajo, e incluso llegó a pagarle el alquiler de su pequeño apartamento en el norte de Londres. En ese apartamento, hambriento y encerrado con un magnetófono que le había regalado Kevin, unas cuantas guitarras y un pequeño teclado, comenzó a articular esas líneas musicales que tenía en la cabeza y las fue grabando hasta conseguir una maqueta de veinte minutos a la que llamó “Opus one”. En otoño del 72 consiguió un trabajo como bajista en la banda de Arthur Lewis, gracias a lo cual consiguió comer con regularidad mientras en ratos libres iba presentando su maqueta en los sellos discográficos más conocidos. Pero la respuesta siempre era la misma: “¿Pretendes hacer un disco solo con cuerdas y teclados, dos o tres instrumentos exóticos, sin voz ni batería? Tú estás loco, chaval”. Un día la banda se desplaza a los Manor Studios y por supuesto Mike lleva encima su maqueta, que no duda en enseñar a los técnicos de sonido; a estos les parece curiosa y se la pasan a Simon Draper, familiar de Branson y director musical de lo que pronto será Virgin Records. Simon, después de escucharla, admite que es un poco rara pero original, podría resultar interesante, así que habla con su primo y le informa sobre el asunto. Branson consiente en que Oldfield se quede en el estudio -en horas muertas- montando esa pieza rara, a condición de que no le cueste dinero; es decir, que todas las pistas, los casi treinta instrumentos que va a emplear, los toque y los grabe él. 

El resultado ya lo conocen ustedes: se titula “Tubular bells”, fue publicado en la primavera del 73 y a estas alturas ya da igual cuántos millones de copias lleva vendidos. Sin saberlo, Oldfield había puesto las bases de un estilo que hoy consideraríamos a medio camino entre chill out y new age: no es claramente música folk, aunque tiene influencias (Mike había formado un dúo folkie con su hermana años antes); tampoco es rock, aunque haya algunos rasgueos con ese espíritu, y en conjunto la pieza resulta indefinible. Pero en su momento fue un verdadero terremoto, que los aficionados asociamos al progresivo sin tenerlo tampoco muy claro; y a partir de ahí, gracias a ese músico al que casi nadie había tomado en serio, Virgin despega y se convierte en la segunda gran independiente británica tras Island. Aunque la dirección del sello es cosa de Branson, Powell y Draper, es este último quien decide la línea musical; y tal vez siguiendo la estela “rara” del sonido Oldfield, los primeros personajes que fichan son claramente progresivos, sobre todo de la escuela Canterbury, además de unos cuantos grupos de rock alemán que ya estaban vendiendo las tiendas Virgin en el sector de importación: tras Gong, Hatfield and The North o Robert Wyatt llegaron Faust, Tangerine Dream, etc. 

En cuanto al bueno de Mike, también se forró aunque en los primeros años lo hizo únicamente con su porcentaje sobre las ventas de discos, por lo general de platino o al menos de oro: tras “Tubular bells” llegó “Hergest ridge”, luego “Ommadawn”, luego “Incantations”… y mientras tanto la complejidad de las grabaciones hacía casi imposible representarlas en directo, ya que eso implicaba un gran gasto en músicos (era necesaria prácticamente una orquesta). En consecuencia no hizo giras hasta finales de la década, cuando comenzó a modificar sus planteamientos grandiosos y, al mismo tiempo que se iba acercando a los sonidos pop, simplificaba también la instrumentación. Oldfield es otro de esos personajes "conflictivos", como lo fue Marley: simboliza el nacimiento de un estilo tan tremendista como lánguido, un claro hijo de una época decadente que dará origen a ese tipo de corrientes musicales que -como el reggae- causan pasiones encontradas. Aunque por supuesto, incluso los que no somos muy fans de su obra reconocemos que tuvo algunos momentos brillantes: no tantos como dicen sus acólitos, pero los tuvo. Y, al igual que Marley, su popularidad es innegable. 



12 comentarios:

  1. Desde luego razón tienes en lo de que levantaba pasiones encontradas. Junto a los discos perpetrados por Pink Floyd me parece uno de los grandes truños de la época, pero cualquiera lo decía entre las legiones de admiradores que en el fondo seguramente no entendían ni la misa la media de aquel artefacto plúmbeo y pretencioso. Pero claro, quedaba tan moderno.

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    1. Que conste que aquel primer disco, tal vez por la sorpresa, resultaba innovador, o al menos ingenioso. Luego ya se fue haciendo muy pesado, pero aun así, había alguna canción suelta que vale la pena: "Moonlight shadow" me sigue gustando, por ejemplo.

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  2. Hola Rick:
    Pues el Oldfield, creo es el espejismo de una época, entonces estabamos avidos de cosas nuevas y su sonido nos deslumbró, pero lo malo de los espejismos es que cuando se pasan no queda nada, tengo el Lp del Tubular Bells, con polvo de varias décadas, probablemente valdrá mas ese polvo que el disco.
    De todas formas, aunque no comulgue con su música, siempre me ha caido mas om menos bien, a pesar de ser tan serio.
    Un saludo
    Jose

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    1. Sí, es más o menos lo que le digo a Chafardero: la sorpresa, la novedad fue lo que nos encanbdiló al principio. Luego efectivamente, la cosa se fue volviendo vacía. Yo aún tengo ese prmer disco; y creo que no sobra, de todos modos: seguro que tenemos discos peores, ¿verdad?

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  3. En su momento fue una revelación, algo distinto, la esperanza blanca. Me deslumbró la alambicada sencillez de su música. Qué le voy a hacer: también me gustaba el Pink Floyd de los primeros discos. Por el contrario detestaba a Gong (salvo un par de cosas) y a Tangerine Dream, por ejemplo; y no estoy orgulloso de ello.

    Luego, creo que el bueno de Mike no logró salir del marasmo que le provocó su excesivo y temprano éxito, y se plagió a sí mismo hasta llegar a hacer cincuenta y siete Tubular Bells.

    Pese a todo, reconozco que tuve miedo al volver a poner el disco hoy, tras tantos años; pero he superado la prueba: lo escucho con placer. Me hubiera fastidiado mucho que el tipo que fue visto en La Coruña bebiendo del gollete de un tercio Estrella de Galicia, cuando él ya era una estrella cósmica, me hubiese defraudado.

    Se vuelve a confirmar, una vez más, que sigo siendo el mayor experto del mundo sobre qué música me gusta a mí. Tal vez el segundo, tras el señor Rick.

    Saúde.

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    1. A mí me sigue gustando la mayor parte de lo que hicieron los Floyd en su primera época, y Gong siguen pareciéndome magníficos. Otra cosa son los alemanes en general (salvo CAN y algunos discos de Amon Düül II): los grupos como Tangerine Dream me resultan insoportables.

      Me ha hecho gracia eso de los cincuenta y siete "Tubular Bells", pero no se aparta mucho de la realidad; serían cincuenta y cuatro, o por ahí. Ah, y lo de Coruña, según tengo entendido, se debe a que tenía una novia gallega, y más de una vez fue visto en el Playa Club atacando esa afamada cerveza. Pero no me haga mucho caso, pueden ser habladurías.

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  4. Tampoco a mi me gustaba mucho lo que hacía Mike Oldfield, aunque me suena de algo su método de trabajo. Sin embargo, Gong si me interesan (más que gustar, gustar, aparte de un par de discos -"You", por ejemplo-) Es difícil seguir a Daevid Allen en todo lo que hizo. Y sobre todo, me interesaba y gustaba Robert Wyatt con Soft Machine y nuestro querido y común amigo Kevin Ayers.

    Si Tubullar Bells sirvió para que existiera Virgin, pues muy bien.

    La historia continúa.

    Saludossssssssssssssss

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    1. Así que el método de trabajo, ¿eh? Muy de hormiguita, muy currado, sí. En cuanto a Gong y Kevin, estamos de acuerdo, ya lo sabe. Allen era una factoría de hacer discos, a su nombre, como Mother Gong y otros cuantos subterfugios más, pero yo creo que no es necesario seguir toda su obra: cuando alguien se extiende tanto, suele repetirse.

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  5. Recuerdo cuando compré el disco en el verano del 74, en Reading durante mi primer viaje a Inglaterra. Lo puse tantas veces, al principio con veneración, que al final llegué al hartazgo, no a desecharlo pero a arrinconarlo entre otros discos de la colección. La aparición del disco en la banda original de "El Exorcista" también hizo mucho a su favor. Y la apuesta de Branson con su sello Virgin y su estudio de grabación nos dio la oportunidad, como bien comentas, de conocer a otras bandas que me gustaron mucho entonces, y lo siguen haciendo hoy.
    Saludos,
    JdG

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    1. Sí, fue un disco que nos dejó asombrados: no sabíamos muy bien en qué estilo encasillarlo, ni siquiera sabíamos valorarlo con propiedad porque no había referencias con las que compararlo, y tal vez por eso se hizo tan popular. La guinda fue "El exorcista", y ahí ya consiguió el pedigrí elitista que le duró hasta que el resto de la obra de Olfield comenzó a cansar.

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  6. Hola Rick:
    En los setenta, quien no conocía a Mike Oldfield es que estaba realmente fuera de onda. A mi particularmente no me impactó demasiado el Tubular Bells, de hecho lo presté en una ocasión y jamás volvió a mis manos,aunque tengo que reconocer que nunca hice demasiados esfuerzos por recuperarlo. Creo que ha llegado el momento de darle un repasito.

    Muy interesante la historia de la Virgin.

    Un saludo.

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  7. Hombre, yo creo que es un disco que vale la pena tener, aunque solo fuese por la revolución que representó en su momento. El resto de la obra de Oldfield quizá nos sobre a algunos, pero ese disco por lo menos sí es relevante. Como le digo a José, estoy seguro de que todos tenemos en casa algunos discos mucho peores que ese.

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